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domingo, noviembre 30, 2003

A fin de cuentas y aunque Checo fuera el perfecto animal de hornato, el basuco nunca llenó mis espectativas y sí perjudicó la velocidad en la que acostumbraba yo manejar mis pensamientos. El basuco me sumió en una etapa reflexiva que concluyó en pesimismo pendejo. A un segundo de babear decidí, como iluminada por algún ángel justiciero, aventar esa lata chamuscada, ir a lavar la ropa que traía puesta, bañarme y comenzar a fumar mariguana otra vez.
La marihuana representa la fildelidad que a mi espíritu le falta, caray.

miércoles, noviembre 26, 2003

La última vez que vi a Checo estuvimos "basuqueando" como diría Fernando Vallejo en su deshuesadero. Basuquear deja la boca caliente. Nuna me imaginé que me encontraría a Checo tan cambiado. Desaliñado. Sin chamarra y con el bajo cero que enfrentábamos. Sin dinero, pero con un auto y una lata para quemar basuco y un pomito de mezcal que nos salvó la noche. Lo noté (a Checo) un poco interesado en justificarse psicológicamente en todo. En todo lo que su pequeño mundo representaba, claro. Obviamente no pudimos hablar otros amigos y yo. Todos tuvimos que escuchar su todo. A Checo, me parece, le ha sentado mal el basuco.

martes, noviembre 25, 2003

Lo cierto es que mi amor se convirtió en un perseguidor celoso. Buceaba en este mar de cantinas que es la frontera con afán detectivesco. Yo le pedía a Dios que me abriera la puerta al llegar. En fin. Así es como mi corazón se dió a la tarea de mudarse de apartamento. Orbuá o como se diga. Recogí mi colección de pomos. La pipa de acero, unos cuantos libros y renté un departamentito polvoriento cerca de un colegio de bachilleres. No hacía más que oír boleros todas la madrugadas al llegar a rumiar mis soledades. La separación sin embargo me heredó divertidas opciones, como viajar. Conocí lo alucinógeno de la mota en el cerro tepozteco. Nunca quice los hongos, porque no andaba yo como para misticadas. De ahí viajé en pleno zapatur al Estado de México. Junto con esa ginebra de pico descubrí un bosque cerca de los volcanes ¿? (no sé cómo pero les juro que ahí estaba). No había nada más que mariguana. Qué alivio. Así fue como te me borraste, corazón. Descubrí también que las pesadillas no eran resultado de mi paranoia, sino de tus celos estúpidos. Por las noches, en Nepantla, algunos zapatistas me enseñaron a competir en el tiro al blanco. Confeccionamos líneas inmensas que me hacían recordarte. Tejimos diálogos incomprensibles y solidarios. Hablabamos casi en clave y yo me empeñaba (como me empeño tantas veces) en buscar una cantina en medio de la nada y los secuestros. Te busqué siempre, amor.

lunes, noviembre 24, 2003

No se si fue porque quemamos mucha coca esa noche. Pero lo cierto es que mientras dormía dejé mi cuerpo tirado en la cama y bajé las escaleras de la casa. Fui hasta el jardín y encendí la manguera, al ver el chorro de agua hice una cruz con él en la banqueta. El fraccionamiento estaba oscuramente quieto, el ambiente era grisáceo. Entonces me percaté que se trataba de un sueño bastante real para mi susto. Corrí hacia adentro de la casa y me volví a la cama.
Las cosas ya no fueron las mismas, fumaba mariguana con cierta desconfianza temiendo por las horas de sueño. Bebía muchísimo guisqui y la casa comenzó a parecerme un tanto frustrante. Necesitaba visitar los bares después de un pase. Beber hasta vomitar para seguir bebiendo. Tomar un trago por cantina y sobre todo conocer lo que algunos amigos con tanto amor llaman "el shot".

domingo, noviembre 23, 2003

Todo era mejor. Mi amor tiene una colección de discos de jazz (puro vinilo). Una navidad le compré el tocadiscos que nos faltaba. Entonces ya no paramos de bailar. El guisqui lo guardábamos en el congelador. Ir al mandado era salir a comprar la mota en ladrillos, para no tener que buscar cada semana al diler. Los sábados, después de leer el unomásuno comenzábamos a tomarnos fotos. Su rostro y su cuerpo son fantásticos, únicos. Con nadie me he drogado tan inteligentemente. No he disfrutado tanto un rostro como disfruté ese. Las pesadillas comenzaron a atacarme de improviso. Despertaba con la cara rasguñada. Eso me orilló al insomnio y a los tés de lechuga con leche. Claro, la contraparte tenía que existir. Y dentro de la armonía en que me encontraba debía la oscuridad germinar en extremos.

sábado, noviembre 22, 2003

El tiempo entre nosotros lo dijo todo. El amor nunca murió (el amor nunca muere... ay Dios!). Los matinés de los sábados después de desayunar y darnos un gallo fueron insustituibles. Vimos tantas películas antes de ir al super. Sin embargo entre toda esa armonía una vez nuestra adicción a la coca nos hizo enfermar. Cuando la compramos me di cuenta que tenía un color amarillo y pensé "esto es una mierda". La probé y me sercioré de que aquello era una mierda. Sinembargo arremetimos contra ella hasta el último suspiro. Dos días nos duró el dolor de sangre después de eso. Pero el amor nunca murió, me cai.

miércoles, noviembre 19, 2003

El amor llegó a mi puerta un cumpleaños, junto con una galleta de mariguana. Nunca había comido algo igual, pero desde ese día, junto a él, comencé a recordar los buenos momentos de la infancia. Entonces supe que uno es capaz de dar amor de acuerdo a lo que las personas cercanas de nuestra niñez sembraron en nosotros. Inmediatamente comenzamos a vivir juntos. El departamento era un mar de guisqui, nochebuenas, cocaína y mariguana. Cada tarde era una fiesta de dos. Era bueno sentarnos frente al televisor mudo después de un joint e inventar los diálogos de la pantalla. Cuando mi amor salía a trabajar entonces yo podía pasarme el tiempo recordando. Recordando lo bueno.

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