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domingo, octubre 17, 2004

No se. Te extranho con todo y la bicicocina, y la bahia y esas cosas, quisiera verte esta noche en esta cena, pero no. Hay tambien mucho que ver, mucho que besar, pero no se. Supongo que es porque te amo de la misma manera que el lisiado justifica su lentitud al caminar, o un prisionero no tiene mas remedio que ensuciarse en si mismo.

lunes, octubre 11, 2004

Podría alegar algunas cosas con respectoa al trato que recibí a raíz de mi comportamiento y mis adicciones. Derrpente la llegada del invierno me hace pensar así sobre merecimientos. Si supieras que este departamento por más que me esfuerce sigue siendo gris. La bruma alcoholica y la medicina han aletargado el espacio de manera tal que cualquiera que lo visite puede transportarse en pleno día a la nocturnidad del sopor y el abandono. Mis amigos también son así.
El diacepan me ayuda a controlarme un poco para perder el tiempo pensando en estas cosas. El tafil me ayuda a dormir sin ti, la vida está plagada de estos náufragos que esporádicamente me acompañan, como sí, fulmindados por alguna insolación, buscaran la oscura permanencia de un lugar fresco sin recuerdos.

miércoles, octubre 06, 2004

No es que fueras tú el acto burdo. No es que yo amara esa asfixia. En cada parte de la pequeña habitación yo pretendía descifrar tu penumbra. Me enfrenté a ella con el éxtasis fanático del coleccionista. Me sumergí en la espesura del sarcarsmo para poder odiarte sin que percibieras los destellos del abandono que obtenía de ti. Ese amarillento tapiz fue entregado en cada carcomida ironía, en cada saciado bostezo. No es que me perturbara la mentira. Comencé a disfrutar cada gota de aceitoso desvelo entre nosotros, cada sudorosa e incubada conserva de lo que significaba nombrar tu nombre con ojos semiabiertos para ver en tu cara la desorbitada mentira, y viceversa.

domingo, octubre 03, 2004

Nunca quiciste dejarte puesto el uniforme. LLegábamos a un cuarto después del partido. Después de una botella de tequila y un par de cigarros de mariguana comenzábamos bajando escaleras a tropezones para ir a buscarla. Tal vez tuve que olvidar cómo llegábamos hasta ese cuarto en la frontera de Arizona, donde compartíamos la aguja.
Viendo al techo, sudando bajo esa luz amarilla, masturbándonos uno al lado del otro. No lo he olvidado, sentía que era el amor.

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