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domingo, septiembre 26, 2004

¿Te había olvidado? No, me había ahogado en tí hasta perderte. Eres la muralla. El desierto. La única luz.
Esto de nosotros no debería considerarse un crímen. No. Cuando te hablo desde la dureza de la quijada, cuando me asomo a verte desde el profundo tic y extiendo mis manos busco algo más allá de la química y el resentimiento compartidos. Lo mismo busco cuando enciendo todas las luces de mi departamento vacío creyendo que por arte de magia estás ahí, esperando. Cuando en la cocina no resta ni una sombra, y la puerta del baño quedó abierta y quieta, cuando recorro cada habitación y me abandono de espaldas en la cama para extender el brazo. Para tocar la caja donde la única compañía inmediata, directa y adormecedora espera para no saciarme del todo, para no saciarme nunca. Antes de la aguja y la sed, en el revoloteo emocionante que baja del pecho hasta el estómago, te encuentro. Vas conmigo.

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